La Liebre y la Tortuga

La Liebre y la Tortuga

¡Hola mis queridos peques!


Hoy les traigo una historia de muy, muy lejos, llegamos hasta la antigua Grecia, un lugar lleno de historias maravillosas que han sido contadas por muchos años.


Uno de esos cuentos es "La Liebre y la Tortuga". Este es un relato que nos enseñará una lección muy importante, y aunque es un cuento muy antiguo, ¡todavía tiene algo que decirnos hoy!


¡Vamos a empezar!



Había una vez, en un bosque lleno de árboles altos y flores coloridas, una liebre muy rápida y una tortuga muy lenta. La liebre, con su suave pelaje marrón y sus largas patas, siempre saltaba de un lado a otro, diciendo con orgullo: "¡Soy la más rápida de todos los animales del bosque! ¡Nadie puede ganarme en una carrera!"


Un día, mientras la liebre presumía de su velocidad, la tortuga, con su caparazón duro y pasos tranquilos, levantó la cabeza y dijo en voz baja pero firme: "Liebre, quizás eres muy rápida, pero yo creo que podría ganarte en una carrera".


La liebre se echó a reír. "¡Tú, ganarme a mí! ¡No hay manera! Eres tan lenta que podrías tardar un día entero en llegar a la meta". Pero la tortuga, con una sonrisa tranquila, respondió: "Podemos intentarlo. ¿Qué tal si hacemos una carrera mañana?"


Al día siguiente, todos los animales del bosque se reunieron para ver la gran carrera. Había pájaros cantando desde las ramas, ardillas corriendo por los árboles, y hasta las mariposas se posaron suavemente en las flores para ver lo que iba a pasar.


¡Y la carrera comenzó! La liebre salió disparada, saltando rápidamente entre los arbustos y las piedras. Pero cuando miró hacia atrás y vio que la tortuga apenas había avanzado, pensó: "Tengo tiempo de sobra. La tortuga es tan lenta que puedo tomarme un descanso". Y así, la liebre se recostó bajo la sombra de un árbol, cerró los ojos y se quedó dormida.



Mientras tanto, la tortuga seguía avanzando. Paso a paso, lentamente pero sin detenerse, la tortuga caminaba y caminaba, siempre hacia adelante. No miraba a los lados, ni se detenía a descansar. Solo seguía su camino, con paciencia y determinación.



Finalmente, la tortuga llegó a la meta. Justo en ese momento, la liebre despertó de su siesta. Se levantó rápidamente y corrió tan rápido como pudo, pero ya era demasiado tarde. La tortuga ya había cruzado la línea de llegada,

¡y todos los animales del bosque estaban aplaudiendo su triunfo!



La liebre, con las orejas caídas y la cabeza baja, aprendió una valiosa lección ese día: "No importa cuán rápido seas, si no eres constante y no pones esfuerzo, puedes perder". Y la tortuga, con su lento pero seguro caminar, nos enseñó que con paciencia y perseverancia, se pueden lograr grandes cosas ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!


¿Les gustó la historia? Puedes dejarme tus comentarios. Recuerda que siempre pueden preguntar lo que quieran o contarme qué parte les gustó más. ¡Estoy aquí para ayudarles a descubrir el mágico mundo de los cuentos!

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